jueves, 30 de octubre de 2014

La serpiente.

Esta víspera de 31 de octubre año nuevo para muchos (yo incluida) es un día mágico, de costumbre tenebrosa, como todas aquellas cosas cuyas apariencias nos son vedadas (como un terreno ajeno, privado), así como el velo de Isis a los conocedores, y a los no tanto. Dejemos de desvariar y les ofrecemos un cuento intrigante perfecto para nuestra velada.


                                                                     La serpiente 
                                                 Por: Marlene M. Izquierdo Osorio




Estos días han sido largos como la muerte. ¿Sabes? Ayer hubo una pelea en el pasillo… Estos días han resplandecido y se han apagado, encendido y han explotado. Estos días no han tenido noche alguna, pero tampoco han sido días, solo circunstancia tras circunstancia. Día que se convierte en espera.
—Escúchame, lo hale y junto a su oído: no te asomes a la puerta, espera por favor, siguen peleando. Esto pasara rápido o no pasara del todo, así son las cosas. Día que se convierte en riesgo.
Mi corazón está en mi mano, mis manos sudorosas, que tiemblan, el frío las inunda. Esta el amor allá afuera, en los recuerdos… me iluminan, son mi consuelo.
 Todo comenzó al atardecer, en invierno.
Aquí  son lluviosos y eléctricos. A las 5:45 p.m se fue la luz eléctrica en la ciudad, aunque no parezca normal, ya nos habíamos habituado a ello. “Para que luchar contra las tormentas”, dijo mamá, ella era una mujer fuerte enraizada a la tierra. Yo no era así, era muy pequeña para saberlo, de todas formas. Ella abrió las ventanas, y yo la puerta, que se resistió, su madera se había expandido y las bisagras te hacían creer que en cualquier momento se te iba a venir encima, y nos descuidamos, entro una serpiente roja con marrón, se deslizo entre mis pies, subió por mi pantorrilla y desapareció dentro de mí. Era muy pequeña, como para asustarme, pero era muy inocente como para decirle a mamá. Antes de decirle, en el momento que la fría serpiente, la refrescante serpiente me tocaba, juro que me quede callada, se entiende que si a una serpiente no le hablas ella no va  hacerte daño, las serpientes solo buscan tu debilidad.
Entonces el amor se mantiene en mi mente, tan fresco como la primera vez, lo estuve pensando. La mañana se convirtió en espera, el libro se convirtió en silencio, en descanso. Bajamos la guardia.
Al día siguiente no hubo luz tampoco, mi mamá no sabía lo de la serpiente,  hasta que fue el pánico el que me rozo. No me gusta contar estas cosas, me marea solo pensar que alguien pueda leer este fragmento de mi diario, porque la paz es alejarme del miedo, ese temblor latente en mis manos cuando en la oscuridad escucho alguna voz que proviene de la esquina. —Tengo miedo— pienso
—¿por qué?
—tal vez este loca
—no lo estas.
Luego ahogaba los gritos en la almohada. Solo es miedo. Nunca te acostumbras. Te sucede en cualquier parte. En un lobby, en el hotel Paraíso el Sr. Ortega con su calva, que media parte de su vida se la pasaba pensando, los hombres que piensan en tantos pecados propios pierden el pelo más rápido, y en forma de círculo en el medio del cráneo, así era la cabeza del Sr. Ortega. 
Él miro directamente a mí, y como enseñándome dijo:
—Cuando tienes 9 años de edad no lo entiendes. Se levanto y me pidió que lo siguiera. Caminamos hasta la playa, me enseño todo mi futuro… era un pequeño regalo que teníamos los que llevábamos la serpiente a cuestas y me enseño a verlo cuando quisiera. Con el uso pierde lo interesante. A medida que pasaron los años  me di cuenta: A veces ves cosas hermosas.  Solo se decirlo de una manera: cuando vas a morir, una luz que tienes adentro, la veo cuando las personas hablan, se va opacando, hasta que deja de existir, algo tendrá que ver con el brillo en los ojos. Sucede lo opuesto con los niños: la vida se revuelve y se agita en ellos, y lloran porque es tan sorpresivo,  que asusta, la primera vez que lo vi me asuste. No por mucho, la luz era tan brillante, que solo pude sentirme feliz.  Igual pasa cuando el amor te visita, no importa que no sea el tuyo, es el alba y el atardecer mezclados, los recibes enteros dentro de ti, y solo puedes sentirte eufórico, como si nada te faltara.
El resto del tiempo intento no ver. Ayer hubo una pelea, eran seres oscuros,  estábamos asustados y escondidos, no debíamos atravesarnos. Pero tenemos suerte, casi nunca estamos cerca cuando sucede, ni nos cruzamos entre nosotros: si lo estuviéramos, los que llevamos la serpiente debemos escondernos, podemos quedar ciegos, y es tanta belleza, que, incluso yo, me atrevería. Uno se acostumbra. Por eso me gusta estar un poco aparte, lo malo es que nadie podría salvarme. A veces pienso que es mejor sentarse a solas y no perder la cabeza: Es difícil silenciar lo que está allí, lo que puedes escuchar… abrir la ventana y esperar que la serpiente salga por donde entro. En realidad no sé quién es la serpiente, a veces asumo que es la muerte.
—Quédate conmigo.

Abril 18 1985. Estado Miranda. Venezuela.



En mi Congregación siempre fuimos lectoras de vuestra Obscuri, ¡bálsamo espiritual para nuestra soledad! (Hna. Denisse). ¡Que la Virgen los ampare!

En pocos días saldrá el número 50 de Obscuri (edición impresa). Contará con las importantes colaboraciones de: Andrés Bazzano, Karina Fuentes, Regina Ramos, Marlene Izquierdo (desde Punto Fijo, Venezuela), Juan El Incierto, el Hno. Johannes, Soledad Pena y Vituperio, entre otros/as... Los ejemplares se distribuirán gratuitamente en el Cine Universitario, el pub Verde (Tristán Narvaja, frente a la Facultad) y en el puesto de Andrés, los domingos, en la tradicional feria de la mencionada calle... Son bienvenidos todos sus aportes (textos, ilustraciones, fotos, collages) ¡porque así lo demanda la Diosa Ishtar de Babilonia por intermedio de sus sacerdotisas divinas!