sábado, 23 de enero de 2016

BIBLIOFILIA

  Como parecía que tenía un audífono para sordos, le hice señas para que dejara el libro en otra repisa. El señor setentón me aclaró que lo quería comprar. Escuchaba una pequeña radio a pilas y el susurro de ignotos locutores nos acompañó mientras permaneció en la biblioteca.  Finalmente se llevó las "Parábolas" de Rodó y prometió asociarse. Quince minutos después llegó un joven estudiante de Antropología:
 -¡No puedo creer que tengan el libro del "Turco" Abdala! -dijo sorprendido, mirando de reojo la mesa de las novedades...
 -Fue donado hace poco... -comenté.
 -¡Me lo llevo! -añadió, bajando un grueso tomo de la Enciclopedia Jackson, además. Cuando salía entró una muchacha, también estudiante, que sin saludar pidió algo de mitología griega. Quería ser docente de literatura.
 Una mujer de mediana edad preguntó por las novelas de Isabel Allende y sobre el trámite de afiliación a la biblioteca,y, finalmente, el vecino más asiduo, devolvió aquel libro sobre la "Heroica Paysandú" y se llevó el de "Juceca". 
Al otro día un cura nos pidió "El Código Da Vinci". Ofreció en donación una gran cantidad y variedad de diccionarios y se fue al gimnasio. Un docente treintañero de Matemáticas vino buscando "Palabras Cruzadas" de Rollón, para leerlo en la playa, casi cuando estábamos cerrando. Alejandría seguía sintiéndose orgullosa de su biblioteca.
                                                                              BALTAZAR CHERRUTTI 

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