martes, 22 de diciembre de 2015

                                                        MENSAJERO
(...) Y  primero dejaron caer sobre sus hombros las cabelleras y las pieles de cabrito componían cuantas de sus broches se habían soltado, y las moteadas pieles se las ceñían con serpientes que les lamían la mejilla. Y en sus brazos cabras monteses o lobeznos salvajes teniendo, les daban blanca leche cuantas recién paridas tenían aún el pecho rebosante por haber dejado sus niños, y se ponían coronas de yedra y de encina y de tejo florido. (...) Si allí hubieras estado, al dios que ahora insultas le rendirías alabanzas después de vistas tales cosas. (...) un cierto viajero que iba a la ciudad y era hábil en palabras nos dijo a todos: -Habitadores de las augustas cumbres de los montes, ¿queréis que demos caza a Agave, la madre de Penteo, en sus fiestas báquicas, y hagamos gracia al rey? -Y nos pareció que decía bien, y nos pusimos al acecho, entre la espesura de los matorrales ocultándonos. (...) Y acertó Agave a pasar saltando junto a mí, y yo me precipité como queriendo sujetarla, dejando el escondite donde estaba oculto; mas ella gritó: -Perras mías corredoras, nos quieren cazar estos hombres, seguidme, seguidme, armadas de los tirsos en vuestra mano-. (...) Ellos con ira acudían a las armas y perseguían a las bacantes, en lo que se podía ver un espectáculo horrible, rey. Cuando ellos echaban un venablo no hacían sangre, y ellas levantaban con sus brazos los tirsos y herían y obligaban, mujeres a hombres, a huir volviendo la espalda, con la ayuda de algún dios. (...) A este demonio, pues, sea quien sea, ¡oh señor!, recíbelo en esta ciudad, porque por muchas razones es grande, y dicen de él, según he oído, que dió a los mortales la viña consoladora. Y donde no hay vino no hay amor ni ningún otro goce para los humanos.

                                                        CORIFEO

Temo decir palabras libres a mi amo, mas las diré: Dioniso a ninguno de los dioses es inferior.
                                                         PENTEO

Aquí cerca ya prendieron como un fuego los excesos de las bacantes, ofrenda grave ante los griegos. Mas no hay que vacilar, ve hacia la puerta Electra, y manda buscar a todos mis escudados, a los jinetes de caballos rápidos, a los infantes ligeros y a los que con su manos del arco pulsan los nervios: vayamos contra las bacantes, porque ya es excesivo que de mujeres aguantemos lo que nos sucede.

                                                        DIONISO

No obedeces nada mis palabras, Penteo, mas aunque me maltratas te digo que no debes levantar armas contra el dios sino estarte quieto, pues Bromio no tolerará ver que estorbas a las bacantes en sus fiestas. (...)

EURÍPIDES (poeta trágico ateniense, 480-406, a. de Cristo). "Alcestis-Las Bacantes-El Cíclope", Colección Austral, Espasa-Calpe Argentina, S.A., Bs.As., 1946. 








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