domingo, 15 de febrero de 2015

El Pecado Adivinado

  En la ciudad de Bojara, un aguador le llevaba el agua a un joyero desde hacía ya, por lo menos, diez años. Tenía el joyero una mujer de hermosura sin par y muy religiosa, como nadie en el pudor y el recato. Cayó pues, un día el aguador como era su costumbre y vertió el agua en el aljibe que había en el patio, en presencia del ama de la casa, como había sucedido tantas y tantas veces sin que nada pasara, como no fuera el agua por el brocal. Pero de pronto, dejó el hombre caer el cubo al suelo y se acercó a la mujer, como si fuera otro, y le tomó la mano y la apretó y la acarició; luego se fue, todo sin decir palabra.
  Llegó más tarde el marido y la mujer le dijo:
      -Tienes que contarme qué hiciste hoy, en la tienda, capaz de enojar a Alá.
      -Nada he hecho, mujer, para enojar a Alá, ¡loado sea por toda la eternidad!
      -Mientes -replicó la mujer- sí que hiciste una cosa mala de las que enojan a Alá; si no me la dices tal como fue y sin escamotear nada, dejaré de ser tu mujer y no te veré más ni tampoco tú me verás.
     -Está bien -dijo el marido- voy a contarte todo lo que hoy ha sucedido: estaba yo sentado, como siempre,  en la tienda cuando entró una mujer y me encargó que le hiciera una pulsera; y luego se fue por donde había venido, quedando en volver al rato. Me apliqué pues, a la tarea, y le hice una pulsera de oro repujado y retornó ella y se la dí y se colocó en la muñeca la pulsera. Entonces, es cierto, al ver la blancura de su mano me maravillé ante tanta hermosura y recordé los versos del poeta:

                                                                          "En su brazo, la pulsera
                                                                          era llama milagrosa
                                                                          que sobre la nieve ardía"

  Es cierto, me maravillé y, no pudiéndome contener, fui y le tomé la mano y la acaricié.
   -¡Alá es grande! -exclamó la mujer. ¿Por qué cometiste semejante falta? Tú tienes la culpa. Has de saber que ese aguador que desde hace diez años viene entrando en nuestra casa, sin atreverse jamás a levantar los ojos para mirarme, hoy, justamente hoy, fue y me tomó la mano, como un desvergonzado y después la apretó, acariciándome.
   -¡Alá me perdone! -dijo el marido. Te aseguro que estoy arrepentido de lo que hice.
Voy a prosternar ante Alá mi corazón concrito.
   -¡Alá nos dispense su perdón a los dos -dijo la mujer- y nos conceda su bendición!     Al día siguiente llegó como siempre el aguador y se postró a los pies de la mujer.
   -Mi señora -exclamó- perdóname por lo que ayer Schaitán me obligó a hacer contigo, haciéndome caer en la tentación, sin que pudiera resistirlo.
   -Está bien -dijo la mujer- vete en paz que, después de todo, la culpa no es tuya sino de mi marido por lo que hizo en la tienda con otra mujer. Y cuentan que el joyero, al enterarse de lo que el aguador se permitiera con su mujer, había dicho: "Donde las dan, las toman. Si vuelvo a las andadas, volverá a ellas también el aguador con mi mujer". Y la frase del joyero quedó, desde entonces, como proverbio: donde las dan las toman. Y sigue siendo verdad.

"20 Cuentos Olvidados";  "Las Mil y Una noches" (Club del Libro, 1976, Montevideo). Editor: Miguel Cleffi. "(...) muy probablemente sus más remotos gérmenes narrativos hayan venido desde la India (...) reelaborados en Persia y  de ahí (...) al mundo árabe en cuya lengua aparece en el siglo X  o XI de nuestra era. (...)" . Prólogo de la citada edición.

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