jueves, 18 de diciembre de 2014

Breve Historia de la Cristiandad
(John Mackinnon Robertson, Escocia, 1856-1933)

CULTOS GENTILES [Síntesis]

(...) De estos cultos, los más preeminentes eran los antiguos del Adonis sirio, del Attis frigio [Asia Menor, actual Turquía], de Dionisos y del Osiris egipcio, todos los cuales quedaron asimilados parcialmente en teoría, en ritual y en observancia pública. Al propio tiempo que la Cristiandad, empezó a extenderse por todo el imperio el culto persa de Mitra, inicialmente introducido entre las tropas romanas después de las guerras de Mitrídates, culto que, al cabo, llegó a ser el rival más peligroso de aquella nueva iglesia. Los seis sistemas dieron todos preeminencia, en una misma importancia,  a la idea de la muerte y resurrección de Dios; los seis vivieron en una atmósfera que respiraba ansia ardiente de confraternidad y de remisión de los pecados por ritos y por penitencias;  y en los seis las deidades nacieron de "madre virgen". (...) Attis, hijo de la virgen Mirra, se simbolizaba por el tronco del árbol de pino, que significaba el principio de la vida en el hombre y en la Naturaleza; y en el festival equinoccial de primavera se llevaba en procesión ese tronco al templo de Cibeles, ligada al mismo la efigie de un joven que representaba al dios muerto y mutilado. (...) Los "jardines de Adonis", someras artesas en que rápidamente crecían plantas que con igual rapidez morían, tuvieron ordinariamente el significado de hechizos que apresuraban la fertilidad de la primavera, como si fueran en sí un sacrificio; pero una inveterada costumbre los convirtió en símbolos de muerte prematura. Con ello el culto degeneró en sentimientos de ternura y de compasión, que se trocaban en transportes de alegría y de satisfacción cuando, después que las efigies que adornaban aquellos "jardines" se habían arrojado al mar o a los manantiales, resucitaba de ellas al tercer día el dios, al que se presentaba ascendiendo a los cielos ante las miradas atónitas de sus adoradores. (...) Con la adoración que se les prestó en los grandes misterios eleusinos quedó enlazada la de Dionisos: hijo de Zeus y de la diosa virgen Perséfones, o de la virgen mortal Semeles, (...) se llevaba su efigie en un cesto, como recién nacido en un pesebre la víspera del solsticio de invierno. (...) En suma, puede comprenderse cuán absolutamente pertenece la Cristiandad al mundo de las ideas religiosas en cuyo ambiente nació, si dirigimos la mirada a la adoración que se prestaba al emperador romano, establecida ya desde antes de la era cristiana. En la cuarta égloga de Virgilio, compuesta cuarenta años poco más o menos antes de Cristo,  cantan los romanos el mito universal de la venida del Niño, que había de ser el Salvador y el Señor de una tierra rejuvenecida, y a quien el poeta presentaba como el sobrino de Augusto. Pero en el mismo período cantó Virgilio la divinidad de Augusto, y el emperador no dejó de aprovechar para sí la idea: no sólo ordenó, imitando en esto a Alejandro, que se extendiera por todos los ámbitos el conocimiento de la típica fábula de la cópula de su madre con Apolo, y además extendió una versión romana del mito antiguo que en los evangelios se convierte en la narración de la degollación de los inocentes: en edictos que parcialmente están hoy preservados en monumentos hizo que todo el Oriente le creyera Dios y Salvador, cuyo nacimiento debía ser conmemorado en adelante como el comienzo de un evangelio para el mundo y cuyas predicaciones habían de poner fin a la guerra y el desorden. (...)  De este modo, fué la religión cristiana en cada uno de sus aspectos un sincretismo, una reconciliación, de los elementos materiales religiosos de la época.

("A Short History of Christianity", J.M. Robertson; Watts & C.º, London, 1932. Librería Bergúa, Madrid, 1936).

No hay comentarios:

Publicar un comentario