lunes, 1 de diciembre de 2014

¡Hay que tener ovarios!

La herida comenzaba en el ombligo
y se perdía quien sabe
en que rumbo incierto.

Quería imitar
la vía láctea.
Era un tajo inconmensurable,
sinuoso, húmedo y pegajoso...
Asqueroso.

Fastidiaba, atormentaba,
impacientaba
como mil demonios.

En un principio la mente
trastocaba todo,
corredores que parecían no tener fin,
diferentes sonidos,
luces.
Enfermeros hablando a gritos.
Y la mente ardía dando vueltas...
y conjeturaba.
Todo era o estaba rojo
o estaba en un incendio,
o estaba en el infierno.

De pronto veía el tajo
como un sendero de hormigas
en un campo desierto,
con sus antenas rígidas,
duras, tiesas,
que ante las manos del matasanos
resultan tan frágiles, 
tan cordiales,
espontáneas, se abren a él,
descubriendo mi oscuro, inmundo, 
obsceno, mundo intestinal.

No tengo fiebre,
pero el calor me invade,
me sofoca,
y nunca me abandona.
... Y no tengo fiebre.

Me escurro en un nudo gordiano.
Una vez y otra.
Siempre.

                                                  Bocha Gove
                                                (diciembre 2008)

PUBLICADO EN EL FOLLETO LITERARIO "COSAS DE LA BOCHA GOVE"  (Mdeo., 2014).
 E-mail: gove@adinet.com.uy


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