martes, 11 de noviembre de 2014

BREVE DICCIONARIO DE MITOLOGÍA E IDEAS AFINES
ÚLTIMA EDICIÓN (noviembre 2014).


PITONISA.  El verdadero nombre de esta sacerdotisa de Delfos era pitia, de cuya voz era sinónimo el nombre pitonisa que ha prevalecido en el uso y que sirvió para designar ciertas adivinadoras, como la Pitonisa de Endor. El oráculo délfico era esencialmente un oráculo de la Tierra, tanto que se creía fundado por la diosa Gea; el lugar donde pronunciaba la pitonisa sus solemnes respuestas era, según Estrabón, un antro profundo de angosta abertura que exhalaba un vapor que producía extraño entusiasmo. Justamente sobre la abertura estaba el alto trípode en el que se sentaba la profetisa, quien penetrada de aquellos vapores pronunciaba los vaticinios. Aún el historiador Justino hace mención de un profundo agujero que había en Delfos, en la tierra, del que salía con cierta violencia un aire frío que agitaba el espíritu de la sibila y que comunicaba el don profético. En Delfos, como en otros lugares de Grecia, el oráculo de Apolo tuvo por origen la existencia de una emanación natural de cierto gas que se agitaba sobre el cerebro y determinaba un delirio pasajero; tal es la opinión de muchos autores, entre ellos Decharme, quién entiende que el trípode que servía de asiento a la pitonisa, y que era atributo indispensable del dios profeta, se refería a la misma idea, pues era el soporte de la caldera que se colocaba al fuego para hacer hervir el agua, cuyos vapores recordaban aquellos otros de la tierra que causaban el delirio inspirado. Se consideraron, andando el tiempo, como el soplo mismo del dios. Poseída la pitonisa de este delirio pronunciaba discursos, o, lo que era más frecuente, palabras incoherentes interrumpidas por exclamaciones de oscuro sentido y que exigían una interpretación. Durante mucho tiempo los oráculos se pronunciaron en verso, pues así correspondía al dios de la Música y de la Poesía, y eran redactados en forma métrica por sacerdotes colegiados o por los individuos del Consejo Sagrado de Delfos, quien por estar al corriente de lo que pasaba en Grecia y fuera de ella, sabían dar a las palabras de la pitonisa una significación natural y útil, por cuyo medio prestaron, en algunas ocasiones importantes servicios a los hombres políticos de su país. En circunstancias difíciles las respuestas del oráculo tomaban una forma oscura y ambigua. Según Diódoro de Sicilia, en un principio las personas que querían consultar el oráculo se colocaban junto a la mencionada abertura, cuyo vapor inspiraba las profecías a los mismos consultores, las cuales se comunicaban ellos recíprocamente. Mas sucedió que en el desorden que se producía con este cambio de inspiraciones y el delirio que agitaba a los espíritus, algún consultor cayó en aquella garganta sin que de él se volviera a saber. Para evitarlo se puso el trípode sobre la abertura y se instituyó el sacerdocio especial de la pitonisa. Esta no pronunciaba los oráculos más que una vez al año, a principios de la Primavera. A este ejercicio precedía una preparación: la pitonisa tenía que cumplir ciertas prácticas para predisponerse a recibir el númen poético. La sacerdotisa mascaba hojas de laurel y bebía de un agua muy fría de la fuente de la Castalia.
Luego, avisada por Apolo mismo, que anunciaba su presencia conmoviendo el templo hasta en sus cimientos, los sacerdotes conducían a la pitonisa -coronada con laurel- al santuario y la colocaban sobre el trípode. Así que el vapor la rodeaba se le erizaban los cabellos, sus ojos lanzaban miradas terribles, le salía espuma de la boca, un temblor súbito y violento agitaba todo su ser, daba gritos que llenaban a los circundantes de santo pavor, hasta que no pudiendo ya resistir más al dios que la poseía,  se abandonaba a él, profiriendo a intérvalos algunas palabras mal articuladas que los sacerdotes anotaban. 
   Se buscaban a las pitonisas entre las familias pobres porque se quería que hubiesen vivido en la ignorancia. No se les permitían los perfumes, las esencias u otros refinamientos de las mujeres: el laurel y la harina de cebada -para las libaciones- eran todos sus cosméticos. Así educadas los sacerdotes las dominaban mejor, pues fácilmente se comprende que sus predicciones eran una comedia preparada de antemano, y aún tolerada por el Consejo de Delfos. Es cierto que, por las leyes del país, estaba prohibido ejercer sobre la pitonisa alguna presión moral y si alguien importante usaba su autoridad para imponérsele, debía ser desposeído. Aunque hubieron situaciones de este tipo la legislación no fue nunca un freno a la influencia de los poderosos, incluidos el Consejo y los sacerdotes. 
   Desde los primeros tiempos hubo poetas dependientes del templo de Delfos con la única misión de poner en verso las respuestas del oráculo, primero en hexámetros, luego en yámbicos y, últimamente, los ponían en prosa.

EDICIONES OBSCURI. Fuente consultada: "Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano",  W.H. Jackson, inc./Montaner y Simón, editores, Nueva York y Barcelona, respec. Circa 1920 (s/f en el original).

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